El totalitarismo y la mutación del discurso del disimulo. Javier Nouel



Dr. Javier Nouel: Fundación Escuela Venezolana de Planificación, Coordinación de Proyectos de Investigación.

Resumen. El autor propone al discurso neoliberal hegemónico como reflejo de la sociedad neocolonial imperialista, sustentado en el disimulo, el enmascaramiento, la hiperrealidad mediática, utilizando la palabra libertad como bandera, abogando por el debilitamiento del Estado moderno. Sin embargo, el accionar del imperialismo que sustenta tal dogma actúa de forma opuesta: el Estado neoliberal es cada vez más totalitario, restringiendo las libertades sociales, abogando por las grandes corporaciones transnacionales. Así mismo, el autor propone que se está gestando una nueva mutación del discurso del disimulo del accionar imperial, reflejado en las políticas de guerra y sanciones económicas globales norteamericanas y las polémicas y constantes declaraciones de Donald Trump, así como del auge de partidos políticos de extrema derecha en América Latina que se muestran abiertamente xenófobos, racistas y golpistas. Este escenario presenta una doble posibilidad para los movimientos contrahegemónicos: por un lado desenmascarar las contradicciones del discurso imperial de la falsa libertad, y por el otro, superar la falsa dicotomía libre mercado-controles estatales en la construcción del Estado Comunal.

La falsa libertad de mercado
El discurso hegemónico de los sectores llamados neoliberales, se enfoca en el concepto de “libertad individual”. De hecho, se autoproclama como defensor del “libre mercado”; la idea subyacente es que al minimizar la acción de Estado, “liberando al mercado”, se garantiza la libertad individual (Santos, 2011: 85; Harvey, 2008: 11; Díez, 2008). Se trata de una idea mágica, mítica: “Toda la ideología neoliberal parte de un supuesto de fe indemostrado e indemostrable: el “mercado libre” nos trae la salvación (Díez, 2008: 51); o como plantea Hinkelammert “el capitalismo como religión” (2008: 175).
Sin embargo, la coyuntura que atraviesa la República Bolivariana de Venezuela desnuda la verdadera cara del sistema hegemónico internacional: el imperialismo del capital trasnacional y la presencia de estados poderosos que lo apoyan férreamente, con fuertes controles, ocultándose en la lógica que Baudrillard (1978) denominó “discurso del disimulo”, a través de un intenso y totalizante marketing político que abarca casi toda dimensión cultural a través de los medios de comunicación, la educación, las redes sociales y la big data.
A pesar que el discurso hegemónico defiende al libre mercado, y cuestiona el papel del Estado moderno en aras de la libertad de empresa, la verdad es que el papel del Estado en el neoliberalismo es mucho más fuerte en algunas áreas esenciales que en la economía keynesiana, la cual prevaleció en gran parte del siglo XX siendo el modelo económico del Estado de Bienestar desarrollado en el siglo XX.
La diferencia entre un modelo y otro es que mientras que en la economía keynesiana el papel del Estado era, al menos en el discurso expreso y teórico, el de garantizar los derechos de la ciudadanía y ser un mediador interclasista, en la que se permitía la negociación con la clase trabajadora a través de los sindicatos y otras estructuras y diversos mecanismos, con todas sus perversiones y defectos; en el neoliberalismo, el Estado es más totalitario y fuerte en función de la defensa de los intereses del capital transnacional, aunque utilice la bandera de la libertad de la “sociedad civil” como máscara. El neoliberalismo parece ser en sí, una expresión fascista y totalitaria del capitalismo, que se oculta así mismo en el disimulo.
Luis Britto García, expone sobre el fascismo lo siguiente:

Fascismo y  capitalismo tienen rostros  aborrecibles que necesitan máscaras. Los fascistas copian  consignas y programas revolucionarios. Mussolini se decía socialista, el nazismo usurpó el nombre de socialismo y se proclamaba partido obrero (Arbeite); en su programa sostenía que no se debía tolerar otra renta que la del trabajo.  Por su falta de creatividad, roban  los símbolos de movimientos de signo opuesto. Los estandartes rojos comunistas y la cruz gamada, símbolo solar que en Oriente representa la vida y la buena fortuna, fueron confiscados por los nazis para su culto  de la muerte (2013) (ir al texto).
Es decir, que el accionar imperial en gran medida requiere de “máscaras”; requiere del discurso del disimulo, en el que se apropia y redefine cualquier símbolo y concepto que permita su perpetuación. Por su parte, Santos (2011) asegura que:
No sin razón, hemos hablado del neoliberalismo de una ilusión, cuyas fuentes son evidentemente ideológicas. Ciertamente, los economistas neoliberales saben que vivimos en un mundo donde prevalecen el crecimiento de la concentración económica, el monopolio y el capitalismo de Estado. Si no lo saben es porque ignoran los datos más elementales de la vida económica contemporánea (2011: 100).
Guerra económica total y la mutación del disimulo
En el Foro Económico Internacional del 2019 llevado a cabo en San Petesburgo, el presidente ruso Vladimir Putin denominó como “guerra comercial” a las políticas de Trump. Al respecto, Putin dijo: "Su transformación en una caricatura de sí misma, cuando las reglas internacionales son suprimidas por leyes o mecanismos judiciales de un solo país o grupo de países influyentes, como es el caso de EE.UU., que hoy expande su jurisdicción a todo el mundo" (Ver artículo).
Amenazas y sanciones contra Rusia, Irán, China, Corea del Norte, inclusive contra países europeos, son algunos de los elementos que ponen en evidencia la verdadera racionalidad-irracional de las políticas económicas internacionales de los Estados Unidos. Si hay que reconocerle algo a Trump es que no encubre el verdadero papel del imperialismo, que en las últimas décadas ha basado su política comunicacional y diplomática en el ocultamiento. Esto nos puede arrojar la idea de una nueva mutación de discurso y accionar imperial, aunado al auge de políticos ultraderechistas en América Latina.

La falsa libertad
David Harvey en su libro “Breve Historia del Neoliberalismo” plantea que “La libertad no es más que una palabra” (2011: 11), con la que el discurso hegemónico, basado en la cultura construida en América y sus movimientos independentistas, consiguió un asidero de su discurso. Pero esta libertad individual se fundamenta en la idea casi mística, en tanto mágica, de que las libertades ciudadanas se alcanzarán dándole libertad absoluta al mercado, esto es, a las grandes empresas transnacionales. Pero esta libertad tan propagandeada es en realidad, disimulo, máscara, marketing, hiperrealidad[1]. Al respecto Díez asegura que:
La idea de que es posible librar al mercado de una interferencia externa no deja de ser absurda en el mundo actual, donde las compañías multinacionales controlan los mercados y presionan a los gobiernos, donde el gasto público destinado a la industria militar se cuenta por trillones de dólares y donde son habituales los grandes monopolios privados (2008, 52).
Por lo antes planteado, no es de extrañar, que el primer experimento neoliberal se haya realizado bajo una de las más férreas dictaduras militaristas de América Latina: en Chile con Pinochet (Harvey, 2011: 14; Santos, 2011: 11). Al respecto, Harvey apunta:
Contaron con el respaldo de compañías estadounidenses, de la CIA, y del secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger. Reprimió de manera violenta todos los movimientos sociales y la organizaciones políticas de izquierda y desmanteló todas las formas de organización popular (como los centros de salud comunitarios de los barrios pobres) que existían en el país. El mercado de trabajo, a su vez, fue “liberado” de las restricciones reglamentarias o institucionales (el poder de los sindicatos, por ejemplo) (2011: 14).
Emergen las contradicciones
En el caso venezolano en la actualidad, es de vital importancia visibilizar las siguientes contradicciones del accionar imperial con el discurso neoliberal hegemónico:
-¿Quién impone bloqueos comerciales regionales y mundiales? Se trata de las sanciones comerciales de la guerra económica total de los Estados Unidos. Y aunque Trump tiene un estilo diferente y es un outsider con respecto de las tradicionales clases políticas norteamericanas, las sanciones comerciales y bloqueos económicos, son una constante de los diversos gobiernos, lo que se evidencia con el bloqueo de más de 60 años en contra la economía de Cuba. Así mismo, la continuidad de las políticas imperiales intervencionistas y el crecimiento sostenido del papel del Estado Imperial y las grandes corporaciones se evidencia en el hecho de que el primer paso para la política actual de Trump contra Venezuela haya sido dado por el anterior presidente de los Estados Unidos, el demócrata Barack Obama, declarando al país como una “amenaza extraordinaria e inusual” para la seguridad de la primera potencia militar del mundo, lo que a todas luces es desproporcionado, y una estrategia progresiva que se dirigía a generar controles comerciales contra Venezuela que actualmente forja una situación dramática.
-¿Quién impone políticas económicas a las naciones del mundo? Se trata de organismos imperiales como el FMI, el BM, entre otros, dominados por las decisiones de la Casa Blanca y las grandes corporaciones transnacionales, con la anuencia de los gobiernos.

¿Libertad económica para quién?
La verdad oculta por el discurso del disimulo es que la libertad planteada por el modelo imperial responde a la libertad económica de las grandes trasnacionales, que se presentan hoy como la nueva dictadura, el nuevo totalitarismo que tiene faceta fascista de mercado, que basa su poder en el ocultamiento. Pero parece que con Trump, muta la simulación; parece que con Venezuela, el golpe ya deja de ser simulado, como lo expresa y actúa abiertamente el autoproclamado presidente Guaidó, según el discurso y accionar de los principales sectores de derecha del país, así como del descaro del bloqueo, el linchamiento moral y real contra sectores de izquierda a través de todos los medios posibles, que se concretó en acciones medievales como la quema de personas por sus características fenotípicas, entre otros elementos cada vez más dramáticos.
Las grandes mayorías, no son libres, y su libertad está restringida por los poderes imperiales: lo vemos en el muro cada vez más grande construido entre Estados Unidos y México; se evidencia en Palestina sitiada por Israel, principal aliado de los Estados Unidos en esa región; se hace palpable en la restricción de la libertad económica de Cuba dictado por un bloqueo de más de sesenta años; se evidencia en Venezuela que hoy pasa penurias por un bloqueo criminal que comenzó con el disimulo, y ha continuado con el descarado robo de la empresa venezolana CITGO por parte del gobierno de Trump y la permanente amenaza por parte de los voceros del gobierno estadounidense de perpetrar una invasión militar. También se evidencia en el seno de los mismos países de gobiernos imperiales que castiga la diferencia con la pobreza y la exclusión.
¿Eficiencia para quién? Un ejemplo en la agroalimentación mundial
En este contexto, es importante que se ponga en evidencia otra contradicción de fondo. Los defensores del “libre mercado”, es decir del imperialismo, aseguran que su modelo es eficiente, mientras que cualquier otra opción, en particular las que procuran el empoderamiento de las bases, son ineficientes. Sin embargo, la pregunta de fondo sería: ¿eficientes para qué? ¿Eficientes para quién?
Por ejemplo, en el mundo contemporáneo cerca de unas mil millones de personas pasan hambre, sin embargo se produce alimentos suficientes para alimentar a toda la población mundial y las ganancias de las corporaciones trasnacionales es cada vez mayor. Al respecto Holt-Giménez y Patel exponen:
En el año 2008 vimos los niveles de hambre más altos de la historia mundial en la población pobre, al mismo tiempo que vimos una cantidad de cosechas y ganancias récord para las corporaciones agroalimentarias más grandes. La contradicción de que haya cada vez más hambre en un contexto de riqueza y abundancia desató una serie de protestas alimentarias alrededor del mundo. (2010: 25).
(…) según la FAO, hubo cosechas records de granos en el 2007 y por lo tanto comida más que suficiente para todo el mundo – por lo menos 1,5 veces más que la demanda. De hecho, en los últimos 20 años la producción de alimentos mundial ha crecido más de 2% anualmente, mientras que la población mundial está creciendo el 1,14%  (Ibídem: 26).
Es así que para Josué de Castro las grandes corporaciones han constituido una geopolítica del hambre. Al respecto, el ex relator de la FAO entre el 2000 y el 2008 y actual vicepresidente del Comité Asesor del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, Jean Ziegler, plantea que:
Tan solo diez sociedades –entre las cuales se encuentran Aventis, Monsanto, Pioneer y Sygenta- controlan un tercio del mercado de semillas, cuyo volumen de negocio se evalúa en 23.000 millones de dólares. Otras diez sociedades, como Cargill, controlan el 57% de las ventas de los 30 principales detallistas del mundo y representan el 37% de los ingresos acumulados por las cien primeras sociedades fabricantes de productos alimenticios y de bebidas.
Seis empresas controlan el 77% del mercado de los abonos: Bayer, Sygenta, BASF, Cargill, Dupont y Monsanto.
En algunos sectores de la transformación y la comercialización de los productos agrícolas, más del 80% del comercio de un producto agrícola determinado se encuentra en manos de algunos oligopolios. Como señala Denis Horman, “seis sociedades concentran un 85% del comercio mundial de los cereales; ocho se reparten alrededor del 60% de las ventas mundiales de café; tres poseen más del 80% de la ventas de cacao, y tres se reparten el 80% del comercio de plátanos” (Ziegler, 2012: 144).
Con estos datos y argumentos, la pregunta lógica es: ¿Cuál libre mercado? El mercado está absolutamente controlado por una dictadura absolutista: el imperio del dinero.

La falsedad de la desaparición del Estado
Dentro del discurso neoliberal imperial, se asegura que el estado debe minimizar su accionar en lo económico y en la mayoría de las esferas de la vida en la polis. Sin embargo, como lo demuestra Theotonio dos Santos, en la década de los 80, en la que se supone se impone con Reagan el modelo neoliberal en Estados Unidos, el papel del Estado como inversor fue preponderante, con el aumento del gasto público y el déficit fiscal (2011: 12). En este mismo respecto, Santos asegura que para la década de los 80 y 90, el papel de la Organización Mundial del Comercio “produjo una regulación global del comercio, disfrazada de “libre comercio” (Ibídem: 13).
Volviendo al tema alimentario, mientras que el discurso neoliberal es el del libre mercado, la desregularización, la libre competencia y la no intervención del Estado, en su realpolitik, el Estado Imperial crece, controla, impone normas y dinámicas como estrategia de invasión económica colonial. Al respecto, Holt-Giménez y Patel aseguran:
Con la expansión de nuevas tecnologías como fertilizantes, pesticidas y mecanización, Estados Unidos y EUA comenzaron a producir continuamente más de lo que podían consumir. En lugar de reducir su producción, los gobiernos del Norte combinaron el uso de subsidios, tarifas, cuotas y medidas para el mantenimiento de precios para asegurar la sobreproducción. ¿Por qué? Porque por un lado esto les bajaba el precio de los granos a los agroindustriales y a los comerciantes a los países del Norte; por otro lado, estos excedentes baratos se podían utilizar como asistencia alimentaria y además servían como “dumping”, al invadir otros mercados con productos subsidiados cuyo precio es inferior al costo de producción (2010: 48).
Neoliberalismo y modelo civilizatorio
El neoliberalismo no debe ser interpretado solo como un modelo económico; por el contrario, se trata de un discurso que evidencia un modelo civilizatorio que proviene de los imperios europeos que construyeron los grandes metarelatos del mundo contemporáneo.
Este modelo civilizatorio es una continuidad de la competencia entre imperios del mundo colonial, con ciertas mutaciones basadas en el discurso del disimulo. A partir del siglo XX y con el auge de Estados Unidos como principal potencia, el discurso imperial mutó a uno basado en la idea de la libertad; pero solo como palabra vacía, como máscara. Así, en Estados Unidos y gran Bretaña, centros hegemónicos de poderes imperiales en el siglo XX, se desarrolló la estrategia, según Noam Chomsky, de controlar no solo por la fuerza, sino a través de la creación de “consumidores” utilizando todo el poder de los medios de comunicación (ver video).
Planteamos entonces que para construir modelos alternativos antiimperialistas viables, no solo hay que mirar y atacar el mercado, ya que sería quedarse en la superficie, en la punta del iceberg; también se trata de cuestionar y transformar las lógicas de los estados modernos, que son a su vez, herencia del colonialismo europeo, con algunas mutaciones trascendentales.
Reflexiones finales
El discurso totalizante del neoliberalismo como modelo civilizatorio en decadencia, se basa en el marketing político de la idea de la libertad, desde el discurso del disimulo, del ocultamiento, del enmascaramiento del totalitarismo de las élites. Se trata de una continuidad de los procesos coloniales de expansión global, en el que Estados Unidos se ha posicionado desde el siglo XX. Por otra parte, el discurso imperial de esta fase utiliza íconos y categorías propias de movimientos contrahegemónicos para llevar a cabo este ocultamiento, tratando de convencer a las masas.
Sin embargo, considerando a Venezuela como un importante epicentro en el siglo XXI del conflicto geopolítico neocolonial tanto por los recursos naturales, como por la ubicación geográfica y los procesos políticos en desarrollo en América Latina, se evidencian las contradicciones del discurso imperial y posiblemente una nueva mutación.
La mutación se presenta como un quiebre en el discurso del disimulo, lo cual tiene  su reflejo en el auge de Trump a la presidencia de los Estados Unidos, así como el discurso y accionar de políticos de extrema derecha con discursos extremistas, como es el caso de Bolsonaro en Brasil, o como del autoproclamado presidente Juan Guaidó en Venezuela, con sus llamados abiertos y acciones criminales que van dirigidas a dar un golpe de estado al gobierno electo de Maduro, con el apoyo de los Estados Unidos y otros gobiernos de la región.
Esta realidad ha significado también el auge de los discursos fascistas, racistas, xenófobos en contra de nacionalidades e identidades en donde han conquistado el poder gobiernos que no siguen los lineamientos imperiales, evidenciándose en la campaña contra la venezolanidad.
Todo parece indicar un retroceso en términos de progreso de los derechos humanos, la aceptación de la diversidad cultural, la vida pacífica y próspera, la libertad, la unión latinoamericana, entre otras banderas de los movimientos progresistas mundiales y regionales; todo construido en gran medida con estrategias de marketing político cuya capacidad de segmentación ha llegado a niveles extraordinarios con la big data.
Lo interesante de este escenario es que la mutación del discurso del disimulo permite evidenciar la verdadera cara imperial, fascista, racista y totalitaria que se esconde detrás de las máscaras. Lo dramático es que importantes sectores de la población, se sientan seducidos por el totalitarismo del dinero, y en el marco de procesos progresistas, hayan asumido como real (¿hiperreal?) la propaganda derechista contra todo lo que tenga indicios de lo popular, de izquierda, que es mostrada como totalitaria, dictatorial; cuando la verdadera dictadura es la de los estados neoliberales a favor de las gigantescas corporaciones trasnacionales. Quizás ahí quede aún buena parte del poder simbólico del discurso del disimulo para convencer a las masas.
Entonces: ¿qué pasará con esta mutación del discurso del disimulo? Habrá que continuar con el seguimiento de los acontecimientos y movimientos de los sectores hegemónicos y las propuestas contrahegemónicos a ver cómo continua este fenómeno.
Caben también las siguientes preguntas generadoras:
-¿La dicotomía capitalismo/socialismo en realidad se traduce en la dicotomía libre mercado/controles estatales? ¿Se tratará de ideas trampas considerando que eso llamado libre mercado es una máscara y que el imperialismo desde su discurso neoliberal ha aumentado el poder de las transnacionales a través de la represión de los Estados que en teoría deberían disminuir su poder, pero que cada vez son más totalitarios?
Al respecto es interesante revisar propuestas como las de Giulio Santosuosso (2014). Pareciera que en realidad quien impone controles férreos es el imperialismo y que de lo que se trata es de ir “De un estado todopoderoso a un estado comunal” (ibídem, 54). Consideramos que el verdadero salto histórico del proceso venezolano: es romper con lo que Fernando Coronil en aquellos años de 1997 llamó el “El Estado Mágico” (Para ver el libro hacer clic aquí).
En todo caso, el papel de los investigadores e investigadoras contra hegemónicos sigue siendo poner en evidencia las contradicciones del discurso imperial y su reproducción en la sociedad.

Referencias
Díez Gutiérrez, Enrique (2008). Globalización y educación crítica. Caracas: Fundación Editorial El Perro y la Rana.
Harvey, David (2007). Breve historia del neoliberalismo. Madrid: Ediciones Akal, S.A.
Hinkelammert, Franz (2008). Hacia una crítica de la razón mítica. El laberinto de la modernización. Materiales para la discusión. Caracas: Fundación Editorial El Perro y la Rana.
Holt-Giménez, Eric; Patel, Raj (2010). Rebeliones alimentarias. Crisis y hambre de justicia. España: El Viejo Topo.
Santos, Theotonio dos (2011). Del terror a la esperanza. Auge y decadencia del neoliberalismo. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericanas.
Satosuosso, Giulio (2014). Socialismo en un paradigma liberal. Caracas: Editorial Galac.
Telesur (2019, junio 07). Presidente Putin alerta que EE.UU. fractura la economía global. Disponible: https://www.telesurtv.net/news/rusia-vladimir-putin-alerta-eeuu-fractura-economia-global--20190607-0022.html [Consulta: 2019, junio 16].




[1][1] El concepto de hiperrealidad sugiere que lo mediático es asumido como algo más real que la realidad misma.

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