Más sobre nuestro territorio Esequibo (II) | Vladimir Acosta


Este artículo fue tomado de la página web Últimas Noticias del 21Nov2023


por Vladimir Acosta

filósofo, historiador y escritor venezolano.


Aquí sólo tocaré 3 momentos claves: el grotesco laudo de París, 1899, el acuerdo de Ginebra, 1966, y el protocolo de Puerto España, 1970.

Veamos, El tribunal arbitral se reúne al fin en París en 1899, realiza las reuniones previstas, y su decisión final e inapelable, aprobada en forma unánime, conocida como Laudo de París y emitida el 3 de octubre de ese año, establece que las bocas del Orinoco y el territorio amenazado de la Guayana venezolana son propiedad de Venezuela, pero le entrega todo el disputado territorio esequibo que es venezolano, a la Gran Bretaña como parte integral de su Guayana inglesa. Hay críticas a esa decisión, que despoja a Venezuela de un territorio que era ya venezolano desde 1777, antes de la aparición invasiva de los ingleses en Guayana. Mas no hay nada que hacer. Es decisión inapelable. Y Venezuela debe acatarla.

Aquí debo citar a Mallet Prevost. En la reunión de París, además de los 5 jueces, hubo otros participantes y de ellos los principales fueron los abogados defensores de las partes enfrentadas: el inglés Richard Webster, por Gran Bretaña, y el estadounidense Severo Mallet Prevost, por Venezuela, que hizo una minuciosa defensa de los derechos venezolanos. Terminadas ambas exposiciones, los jurados se separaron y tras una corta vacación para reflexionar, reanudaron su trabajo con excepcional rapidez, y el 3 octubre de 1899 emitieron su concisa, unánime y sesgada decisión.

En febrero de 1944 Mallet-Prevost, miembro entonces de un bufete de juristas de EU, le dicta al jefe del bufete un memorandum en el que denuncia lo ocurrido en el tribunal que emitió el Laudo de París, grave denuncia de las irregularidades de ese cuestionable arbitraje, para que sea publicado y difundido después de su muerte. Él muere en diciembre de 1948 y el memorándum se difunde en los medios estadounidenses a partir de enero de 1949. Y el gobierno de Venezuela lo utiliza desde 1951 para replantear la lucha venezolana contra el infame Laudo.

Mallet-Prevost cuenta que cuando se hicieron las largas exposiciones en defensa de los argumentos británicos y venezolanos, mientras uno de los jurados británicos se notaba identificado con los argumentos ingleses, el otro parecía dudar, y hacía preguntas. Al terminar las exposiciones y decretarse la vacación, los 2 jurados británicos decidieron irse a Londres. Y Martens, el árbitro, se fue con ellos. Al regresar a París a reiniciar las reuniones del tribunal, el jurado inglés que dudaba estaba ahora plenamente comprometido con la posición británica y Martens se veía identificado con ellos dos. Desde antes, Martens estaba vinculado a Inglaterra, siendo profesor en las universidades de Oxford y Cambridge y amigo de la reina Victoria. Era evidente que en su vacación los 3 se habían reunido con el poder británico en Londres y cuadrado posiciones.

Y por si había duda, Martens lo aclaró todo. Se reunió con los 2 jurados de EU y les dijo que él apoyaba la posición británica de que Inglaterra se quedara con todo: territorio esequibo, pedazo de Guayana venezolana y bocas del Orinoco. Con esos 3 votos, los de los 2 británicos y el suyo, Inglaterra ganaba el juicio. De modo que le dio a escoger a los jurados yankees entre mantener su defensa de Venezuela y perderlo todo 3 a 2 teniendo que salvar sus votos sin la menor consecuencia, o aceptar “la generosa propuesta que quería hacerles para que la decisión del juicio fuera unánime”: que se conformaran con que Venezuela conservase las bocas del Orinoco y el trozo amenazado de Guayana venezolana mientras Gran Bretaña se quedaba con todo el territorio esequibo, algo que, les repitió, que él estaba dispuesto a aceptar en busca de la unanimidad del Laudo. Los 2 jurados de EU le contaron esto a Mallet-Prevost y luego fueron los 3 juntos a hablar con el expresidente Harrison, que era también defensor de Venezuela. Indignados de verse sometidos a ese trato por los británicos aliados con Martens, pensaron mantener sus posiciones y salvar sus votos. Pero “los estadounidenses odian perder”; y prefirieron aceptar la impositiva proposición de Martens. Votaron a favor de ésta; y así se logró que la decisión fuera unánime y que Venezuela no lo perdiera todo. El Laudo fue una sucia operación chantajista carente de valor y Venezuela empezó a denunciarlo desde 1951.

Pero lo principal de esos años 60 es que son los de la liberación del África. Las colonias de los debilitados imperios coloniales europeos reclaman su independencia y estos deben escoger entre mantener su dominio a sangre y fuego o concederles su libertad para seguir dominándolos en forma más sutil. Así, Inglaterra, que lucha para conservar sometida a sangre y fuego a Kenia en África, decide en Latinoamérica conceder la libertad a Guyana y lo hace en 1966.

Esto amenazaba con complicarle todo a Venezuela, porque para ella no iba a ser lo mismo reclamarle el territorio esequibo a Inglaterra, poderosa potencia colonial que se lo había robado en 1899 gracias al tramposo Laudo de París, que reclamárselo a una futura Guyana que para ese cercano 1966 habría dejado de ser inglesa y que no era la que le había robado ese territorio esequibo a Venezuela; que lo necesitaba, por ser más del tercio del país; y que, a diferencia de Inglaterra, era un país pobre y débil comparado con la relativamente rica Venezuela. Como país anticolonialista, Venezuela tiene que apoyar la inminente independencia de la Guayana inglesa, ratificando en cada ocasión su derecho a recuperar en forma pacífica el territorio esequibo del que había sido despojada por Gran Bretaña. Y en eso se pasan 4 años y se llega al 26 de mayo de 1966, fecha en que Inglaterra reconoce la independencia del nuevo país, que asume desde entonces el nombre de Guyana.

Y lo que sigue es el Acuerdo de Ginebra.

. Inglaterra y Venezuela, con presencia de Guyana y en el marco de la ONU se reúnen en esa ciudad suiza el 16 y 17 de febrero de 1966 para definir las futuras relaciones entre Venezuela y la Guyana que está a punto de independizarse, es decir, que será pronto soberana, y formalmente libre de la tutela británica. El amistoso lenguaje entre los 3 países es de alto nivel diplomático. Pero la realidad es que Inglaterra, que patrocina el acuerdo, se libera hábilmente del incómodo tema de Guyana, lavándose las manos de sus atropellos y responsabilidades y pasándole a Venezuela la tarea de lograr un acuerdo limítrofe con su excolonia. Las 2 saben que será difícil lograr ese acuerdo; y que mientras Guyana conserva el territorio en disputa, Venezuela debe encontrar un casi imposible equilibrio entre su posición anticolonialista y su igualmente firme decisión de recobrar el territorio del que fue despojada. No por Guyana sino por Inglaterra, que se despide feliz del problema que crearon su piratería colonialista y su ambición territorial atropelladora de países débiles.

El error de Venezuela fue dejarse imponer de nuevo la tramposa voluntad británica quedando envuelta en una maraña típica de la “pérfida Albión”, porque Inglaterra quería deshacerse pronto de Guyana, y Venezuela no se atrevió a oponerse a que Inglaterra le concediera la independencia a Guyana antes de resolver el problema limítrofe que tenía con ella. De modo que Venezuela fue convertida por Inglaterra en la malvada de esta nueva fase de la historia colonialista opresiva que había creado. Y de ser como era hasta entonces el país débil enfrentado a la potencia colonial rica y poderosa, Venezuela pasó a ser ahora el país rico que quería despojar de casi todo su territorio a una colonia pobre y débil que acababa de independizarse. Y desde entonces. Manipulada por Guyana, esta se ha mostrado como la contradicción fundamental de ese problema.

No queda espacio para examinar aquí el Protocolo de Puerto España. Seguimos, y en próximo artículo veremos cómo Venezuela está encontrando actualmente solución a ese manipulado problema.

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Vladimir Acosta  
    filósofo, historiador y escritor venezolano.


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